Verdaderamente, ahí hay un problema…
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«Rafa LatorreActualizado Miércoles, 26 junio 2024 – 00:07
La penosa travesía judicial que arruinó la carrera de Francisco Camps sólo fue concebible gracias a una atmósfera muy particular. La crisis atizó el rencor social y un periodismo y una política convencieron a la gente de que la corrupción era su problema principal, un mal generalizado que había devastado la salud pública y que había que atajar por medios expeditivos. Ese clima propició el surgimiento de partidos que se presentaban ante los españoles como comités de salud pública. El ambiente de excepcionalidad de los elpidios y los blesas tuvo un corolario en la moción de censura de Pedro Sánchez, que venía a confirmar que en España ya era peor la comisión que la sedición.
A quienes creían que aquella había sido una demostración apabullante del poderío cultural del PSOE todavía les faltaba por ver el prodigio final, aquel que confirma hasta qué punto ha perfeccionado este partido la lobotomía social. No hay parangón en Europa de una maquinaria discursiva tan arrasadora.
La última vuelta de tuerca, un derroche para la afición, ha sido revertir por completo esa atmósfera para transformar la corrupción en la prolongación lícita de las políticas progresistas y su persecución por parte de la justicia en una malencarada revancha contrarrevolucionaria.
Todo lo que en Iñaki Urdangarin llamó a escándalo, invita a la compasión en Begoña Gómez. Ni siquiera eso es lo sustancial. En plena investigación de una grosera trama de corrupción, con todos los agravantes estéticos de la España de Torrente, que anidaba en la intersección entre el partido y el Gobierno, el PSOE se permite cubrir de impunidad a sus malversadores asociados o conmilitones, ya sea mediante el cauce directo de una ley o de sus proxies en el Constitucional.
Si la amnistía es el poder político borrando las sentencias del poder judicial, no hay otro caso práctico que se ajuste mejor a la definición que el desmontaje de la sentencia de los ERE por parte del Tribunal Constitucional. Hablamos de un órgano político, erigido en entidad suprajudicial para enmendar mediante la usurpación de funciones una sentencia del principal tribunal jurisdiccional de la nación, con el fin de proveer impunidad a cargos del partido que ha nombrado a la mayoría de sus magistrados, que ni siquiera son todos jueces.
Una de las beneficiarias de esa amnistía, Magdalena Álvarez, fue descrita por Pedro Sánchez en un mitin como una víctima de la ola reaccionaria. Y así es cómo se pasó en España de considerar la corrupción la más alarmante urgencia social a que lo fuera su persecución judicial. Admirable.»
Entiendo el problema que plantea y el tono jocoso que emplea, pero el problema es grave y opino que debe ser objeto de atención, de forma que pueda calificarse adecuadamente (por ej, «lobotomia social», aun entendiendo lo que quizá quiere decir, no significa nada, pues la sociedad no solo carece de cerebro: riñón y pulmones tampoco, etc); sin duda es preocupante (o una suerte) tener varios millones de electores que, cambie Pedro Sánchez de opinión las veces que cambie, le sigan apoyando, con el mismo entusiasmo y defendiendo con vehemencia que solo hay un juego de valores y estrategia válidos: los «ACTUALES» del Presidente. Como dice el autor del artículo: Admirable (y penoso… añado)



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