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07/25/2024 / José Quintás Alonso

 Escuchar y no callar

Copio y pego de este site:

Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

Cuando califico mi aproximación al gobierno actual de España de parcial, lo hago en el doble sentido de incompleta y comprometida con mi propia subjetividad: eso que cada uno de nosotros llamamos, pomposamente, objetividad.

El sanchismo es, en mi opinión, exactamente todo lo que se niegan a reconocer los sanchistas de buena fe que creen ver en el actual gobierno un muro de contención frente al avance del liberalismo extremo, olvidando analizar el contenido social de las políticas aplicadas, que han deteriorado gravemente la situación de las clases medias españolas y profundizado la brecha entre ricos y pobres, además de favorecer a una numerosa élite de políticos y familiares, creando desigualdades entre españoles y amnistiando, por motivos electorales, a quienes incumplieron las leyes y utilizaron los fondos y resortes del poder en beneficio propio.

El sanchismo es una forma de gobernar absolutamente personalista, en la que las cuestiones nacionales no se consultan ni con la ciudadanía ni tan siquiera con el partido del que se sirven, revistiendo el populismo más descarado de una apariencia progre. Se ampara en la total ausencia de crítica, empezando por la autocrítica; en la mentira, revestida en este caso de constantes cambios de opinión; en la anteposición de los privilegios personales y familiares a los intereses del país y los ciudadanos; en la connivencia servil con los nacionalismos de ultraderecha; en la creación de una corte de mediocres aduladores; en la inoperancia de un Consejo de Ministros elefantiásico y falto de preparación y de iniciativas; en la ausencia de diálogo con la oposición y la sociedad civil. También en la negativa continuada a dar respuesta a las preguntas formuladas en las sesiones de control al ejecutivo, aunque a ello ayuda el que la oposición adorne sus preguntas con innecesarias e inoportunas críticas que, en buena praxis parlamentaria, deberían reservarse en todo caso para las contrarréplicas.

Si algún lector piensa que los calificativos anteriores de los comportamientos habituales del presente ejecutivo rozan el insulto es que, efectivamente, han perdido todo atisbo de autocrítica, pues el insulto y la crispación son los elementos favoritos del sanchismo, que inventó aquello de la máquina del fango para agredir a quien se le opusiera, fueran políticos, medios de comunicación, intelectuales o juristas, olvidando que, probablemente, esa será la mejor definición que quede para la posteridad del gobierno del señor Sánchez.

Otra de las características del sanchismo como forma de dirigir el PSOE y la nación es el afán de protagonismo de su actual secretario general, que pretende elevar a la característica de universales sus problemas domésticos y tapar la corrupción que le rodea con iniciativas dudosas, que no se consultan ni con el parlamento, ni con el partido, ni con sus socios de gobierno.

En este punto de la lectura alguien podría pensar que esta líneas están escritas por un radical de derechas incapaz de entender que no pueda haber otra salida desde la izquierda. Me temo que en este punto se equivocan, pues no milito en ningún partido de derechas: ni en el PP, ni en VOX, ni en el PNV, ni tampoco en esas derivadas de lo que fue Convergència i Unió, que se ha radicalizado últimamente, llegando al colmo de identificar el partido con el nombre de un prófugo de la justicia a quien nunca le preocuparon los problemas de los ciudadanos. En la única organización en la que milité fue el sindicato de enseñanza de la UGT, la FETE, al que me incorporé cuando empecé a trabajar en la universidad, llegando a ser miembro de su Comité Federal, coincidiendo con doñaCarmen Romero. Tengo el corazón en el lado izquierdo incluso a la hora de votar; y aunque nunca he militado en el PSOE, he sido votante de ese partido y de IU, aunque debo confesar que voté en blanco cuando el señor Zapatero optó a la reelección, pues no soporto la falta de inteligencia en los gobernantes ni la impostura de que, mientras se presentaba en el congreso una ley de protección de los grandes simios, se instalaran concertinas en la frontera con Marruecos. Es más: llegué a votar a Podemos, aunque rápidamente comprendí que lo de acabar con la casta era una propuesta de remplazo, y no de acabar con los privilegios. Por eso, como a muchos militantes y exmilitantes socialistas, me duele ver la deriva sanchista como un cáncer que acabará con las posibilidades electorales del partido socialista, a pesar de los exiguos resultados que le procuran la política de la confrontación y las cesiones a los partidos separatistas.

Probablemente sea Felipe González la persona que mejor haya definido la actuación sanchista, cuando dijo aquello de que «no es lo mismo estar en el gobierno que gobernar». Desde aquí aplaudo la honestidad de Javier Lambán en el Senado y las posturas públicas de Javier CercasFernando Savater y tantos otros que ya no soportan unas políticas que, no se engañen, no tienen a Venezuela como modelo, sino que se inspiran claramente en el comportamiento actual del señor Ortega en Nicaragua. Y si no, al tiempo, que lo mismo en un arrebato de afecto el señor Sánchez acaba nombrando a su esposa vicepresidenta.

Espero que se comprenda que no quiero contribuir al ambiente de crispación que vive la política española en estos momentos, y por eso la crítica se establece desde la izquierda, con la intención de animar a los socialistas que no comulgan con la dirección actual a buscar en sus filas a gente con sentido de Estado. Si las líneas anteriores animan a cualquier votante de izquierdas a presionar para que se acabe la presencia del señor Sánchez en la Moncloa y buscar una alternativa en su partido, me daré por satisfecho. Por lo pronto ahí dejo algunos argumentos y razones para buscar una solución al problema. No lo duden: la presencia en el gobierno de elementos provenientes del PSOE y Sumar no implica que sean una barrera frente a la derecha. No olviden que entre sus apoyos se encuentran la derecha tradicional del PNV, los herederos de quienes asesinaron en nombre de ETA y nunca se han arrepentido y la extrema derecha supremacista catalana.