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05/17/2021 / José Quintás Alonso

Las normas ayudan a construir y mantener organizaciones

Hablo de organizaciones humanas; en ellas, las normas son parte importante, no son el todo (ya deberíamos de saberlo), pero son parte importante

Las normas, como toda obra humana, es susceptible de mejora y de peora; las normas son necesarias, pero no toda norma o forma de hacer algo, resulta adecuada

Hay quien piensa, erróneamente, que el «cambio de la norma siempre es bueno»…¡será «bueno» si sirve para hacer que la «nueva» organización alcance los objetivos!…en caso contrario, será horrible o inane

La capacidad de organizarnos es fundamental, ha sido, lo es y lo será. El Estado, en sus diferentes versiones, es una forma de organizarse y NO es la Divinidad, aunque algunas ideologías de «derecha e Izquierda» pretendan elevarlo a tal categoría

Otro tipo de organización específico son los partidos políticos; ya sabemos que buscan el poder y para ello, en el mejor de los casos, han de convencer a los electores de que les voten. Los partidos tienen sus propias normas internas y ellos mismos han legislado a nivel general los «límites» en los que están encuadrados sus Estatutos. Todo esto genera una dinámica, pero no solo eso genera la citada dinámica: la forma de ser de las personas y de los lideres también influye, por supuesto…y más aspectos

Por ejemplo, mi percepción es que, actualmente, el ruido que generan los partidos y sus altavoces mediáticos puede de ensordecer al oído más duro; el ambiente pre-electoral permanente que vivimos desde hace tiempo en España, se me hace cada vez más pesado, me desagrada profundamente: ¿de dónde viene tanta controversia, descalificación, hipocresía, odio…manipulación?

Todo esto es viejo, ya está visto; aunque siempre son bienvenidas las aportaciones

No obstante, vete a saber por qué, me vino a la cabeza una frase que, a mi parecer y de algún modo, contribuye a describir la situación partidaria actual en España, aunque sea someramente:

De aquí nacen envidias, riñas, detracciones, rivalidades, disensiones y desórdenes; Mientras … tengan contrarios pareceres, necesariamente han de peligrar sus propias almas, y sus subordinados, adulando cada uno a su propia parte, van a la perdición.  La responsabilidad del mal que se sigue de este peligro, pesa sobre aquellos que fueron autores de este desorden.

Es una parte de la Regla de San Benito; es decir, ese texto tiene más de 1.500 años; ha de tenerse en cuenta que hoy día, en el mundo habrá decenas de comunidades que sigan esta norma: es una regla organizativa longeva, exitósa en SU contexto

Reconoce a la naturaleza humana (si, naturaleza humana) que, en ocasiones, muestra una tendencia cainita disfrazada de razón y, aún peor, de bondad. La Regla se mantiene desde hace cientos de años, de forma que parece que es adecuada para el fin que pretende y que observaciones realizadas hace cientos o miles de años, ilustran algunas situaciones actuales con viejas palabras

Para conocer más sobre la citada Regla, ver enlace en Wikipedia , o este OTRO

También pueden visitarse los sites de los monasterios:

San Andrés de Arroyo

Silos

Huerta

Oliva

entre otros

En fin, temas de ORGANIZACIÓN

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EL PRIOR DEL MONASTERIO

1 Sucede a menudo que con ocasión de la ordenación del prior, se originan graves escándalos en los monasterios.

2 En efecto, algunos, hinchados por el maligno espíritu de soberbia, se imaginan que son segundos abades, y atribuyéndose un poder absoluto, fomentan escándalos y causan disensiones en las comunidades. 

3 Esto sucede sobre todo en aquellos lugares, donde el mismo obispo o los mismos abades que ordenaron al abad, instituyen también al prior.

4 Se advierte fácilmente cuán absurdo sea este modo de obrar, pues ya desde el comienzo le da pretexto para que se engría,

5 sugiriéndole el pensamiento de que está exento de la jurisdicción del abad:

6 «porque tú también has sido ordenado por los mismos que ordenaron al abad.»

7 De aquí nacen envidias, riñas, detracciones, rivalidades, disensiones y desórdenes.

8 Mientras el abad y el prior tengan contrarios pareceres, necesariamente han de peligrar sus propias almas,

9 y sus subordinados, adulando cada uno a su propia parte, van a la perdición.

10 La responsabilidad del mal que se sigue de este peligro, pesa sobre aquellos que fueron autores de este desorden.

11 Por lo tanto, para que se guarde la paz y la caridad, hemos visto que conviene confiar al juicio del abad la organización del monasterio.

12 Si es posible, provéase a todas las necesidades del monasterio, como antes establecimos, por medio de decanos, según disponga el abad,

13 de modo que siendo muchos los encargados, no se ensoberbezca uno solo.

14 Pero si el lugar lo requiere, o la comunidad lo pide razonablemente y con humildad, y el abad lo juzga conveniente,

15 designe él mismo su prior, eligiéndolo con el consejo de hermanos temerosos de Dios.

16 Este prior cumpla con reverencia lo que le mande su abad, sin hacer nada contra la voluntad o disposición del abad, 17 porque cuanto más elevado está sobre los demás, tanto más solícitamente debe observar los preceptos de la Regla.

18 Si se ve que este prior es vicioso, o que se ensoberbece engañado por su encumbramiento, o se comprueba que desprecia la santa Regla, amonésteselo verbalmente hasta cuatro veces,

19 pero si no se enmienda, aplíquesele el correctivo de la disciplina regular.

20 Y si ni así se corrige, depóngaselo del cargo de prior, y póngase en su lugar otro que sea digno.

21 Y si después de esto, no vive en la comunidad quieto y obediente, expúlsenlo también del monasterio.

22 Pero piense el abad que ha de dar cuenta a Dios de todas sus decisiones, no sea que alguna llama de envidia o de celos abrase su alma.

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