Nada es sagrado, todo se puede decir…bueno, casi.
Cuando me enteré de que Raoul Vaneigem había escrito un texto denominado “Nada es sagrado, todo se puede decir» (ed. Melusina, ISBN: 978-84-96614-24-6), fui a comprarlo deseoso de saber cual había sido la evolución del autor de “Tratado de saber vivir para uso de las jóvenes generaciones”; desde la Internacional Situacionista hasta ahora…¡han pasado tantos años!.
La obra tiene 94 páginas y se lee rápidamente. De ella hice 19 anotaciones que incluyen subrayados de sus propias palabras.
Mis comentarios no excluyen una lectura, antes al contrario; ahora bien, ¿qué impresión me ha causado?
- Sigue empleando un léxico rotundo y explosivo en ocasiones, pero de consistencia probatoria es escasa; aún no ha comprendido que el afirmar con rotundidad una de las posibles alternativas existentes no añade un ápice de verdad, de deducción lógica al discurso.
- La afirmación “Nada es sagrado, todo puede decirse” es falsa (según sus propias palabras), de forma que podría habérsela ahorrado; veamos:
- “El derecho, imprescindible para cada individuo, de poseer su propio huerto secreto, en el que nadie penetra si no está convidado a ello, no se puede confundir con un lugar en el que quepa ejercer malos tratos contra seres humanos o animales, o incluso una degradación del medio natural” (pág 35)
- “La intimidad de las personas ha de permanecer impenetrable, excepto en tres casos: cuando oculta actos contrarios a la humanidad, cuando decide exhibirse sin reserva, cuando divulga, bajo forma de imágenes o testimonios, unos hechos que por su naturaleza hagan tomar conciencia de las intolerables condiciones impuestas a un individuo o a una colectividad”. (pág 51)
- “El secreto médico compete a una relación personal entre el médico y su paciente” (pág. 39).
- “Así, la radio ruandesa Mil Colinas, incitando, en el marco de un conflicto atizado por las antiguas potencias coloniales, a masacrar a los tutsis y a los hutus moderados y señalando a los asesinos las personas a las que tenían que matar, debería haber sido silenciada sin demora por una intervención internacional … si en la situación planteada, la intimidación dispone de los medios de ser llevada a cabo, la amenaza exige algo más que medidas de retorsión verbales”. (pág 60).
De forma, en base a lo escrito y en base a “El derecho de decirlo todo, de escribirlo todo, de verlo y de oírlo todo resulta de una exigencia previa, según la cual no existe derecho ni libertad de matar, de atormentar, de maltratar, de oprimir, de forzar, de hacer padecer hambre, de explotar” (Pág. 10). Sobre esta frase hay que considerar dos cuestiones, la palabra “previa” que introduce una jerarquía y la no existencia de “derechos” que permitan matar, forzar, atormentar…etc…sea quien sea quien pretenda tener tal “derecho”, no solamente el poderoso o la poderosa, si no todo aquel y aquella que se arrogan esos derechos para “fastidiar” los deseos básicos de los demás (dormir por la noche, disponer de su dinero o de su vida…sin que se lo roben o se la arrebate el primer indeseable con quien se cruce).
De forma que propondría a Raoul que escribiera algo así: “casi nada es sagrado, casi todo puede decirse”; ya se que resulta peor para el marketing, pero me parece más ajustado a la verdad y al propio desarrollo de su discurso.
Por lo demás puedes encontrar ideas refrescantes y otras que son simplemente lugares comunes; de vez en cuando alguna frase muy ingeniosa pero, ay, que puede estar alejada de la evidencia que se le atribuye, por ejemplo, en la pág 77 dice: “Por descontado, existe un derecho a la mentira; la verdad es una elección, no una obligación”…obviamente, yo me pregunto por qué no cambió los sustantivos y escribió la siguiente frase, con la que, por cierto, me siento bastante mejor: “Por descontado, existe un derecho a la verdad; la mentira es una elección, no una obligación”… Digo.
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